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martes, 30 de agosto de 2011

¿Y los “adultos contemporáneos” y personas de la tercera edad?


 Después de un dificil día en el trabajo, en donde la tortura japonesa ejercitó mi paciencia al máximo (encerar-pulir o lo que es lo mismo inhalar-exhalar),decidí encontrarme con un amigo en un conocido centro comercial de Caracas. 

Lejos de olvidarme de los problemas, este encuentro me hizo rescatar una situación en la que ya había pensado y a la que hasta ahora no había podido dar forma: la cuestión de las personas de la tercera edad o también de los llamados “adultos contemporáneos" de este país.

Siempre escuchamos cosas como “esta juventud está terrible”, “esta generación es candela” y otras expresiones coloquiales que podrían resumirse en un: los jóvenes de ahora son peores que los jóvenes de antes y que este país está mal por ellos y no saldrá adelante por su culpa. 

Es cierto que la sociedad de las telecomunicaciones ha propiciado el surgimiento de nuevos problemas sociales entre nuestros jóvenes; es verdad que muchos de los principios o valores morales de antaño se han desvirtuado o simplemente son despreciados por ellos, sin embargo, los adultos y personas de la tercera edad son tan o más culpables que los jóvenes del deterioro del tejido social, cuidado sino más que estos últimos.

He visto como los adultos creen que su edad les da un aval para decir barbaridades, hacer atrocidades e incumplir las normas. Desde comer en el metro,empujar a las personas, no dejar salir a las personas antes de entrar al vagón hasta fumar en los lugares públicos en los que está expresamente prohibido. 

No entiendo por qué señoras mayores empujan y pelean cuando se les reclama, como señores se molestan si se les pide que no fumen en sitios en donde no está permitido o por qué como los señores gritan cuando se les recuerda que el metro no es el mejor lugar para comer churros. 

Siempre decimos que “de nosotros depende el mundo que le dejaremos a nuestros hijos”, de ahí el peso del deber que soportamos en nuestros hombros. Pero por otro lado esa misma verdad universal equivale a decir que “tenemos el mundo que nos han legado nuestros padres” lo cual es, en muchos casos, una suerte de culpa, es la responsabilidad por las malas decisiones tomadas y los resultados de las mismas. 

Que esas canitas no sean una manifestación de la merma de los buenos modales y la cortesía; y que los años que quedan sean aprovechados para dejar alguito bueno en el Planeta. 

Y a nosotros los jóvenes…pues parece que nos tocará también re-educar a los adultos y personas de la tercera edad para que no olviden comportarse adecuadamente… Como dirían por allí: “manual de Carreño con ellos”. 


viernes, 12 de agosto de 2011

Los libros que les dejaré a mis hijos.

Minutos atrás leía en uno de los blogs de El  País una entrada titulada “Libros para los hijos que dejamos a nuestro mundo”. La entrada lista un par de libros que de acuerdo a la autora dejan un mensaje positivo y contribuyen para la formación de los niños, inculcando valores que la futura generación debería abrigar. Todo esto me hizo reflexionar…

Cualquier amante de la lectura tiene esos libros que quiere legar a sus hijos. Confieso que aunque no sé si tendré descendencia sí me he detenido más de una vez a pensar en qué libros guardaré especialmente para que sean leídos por esa futura criatura o, en su defecto, por un sobrino o sobrina que comparta como yo mi gusto por los libros. He aquí mi pequeña lista:


1.      El Principito: un hermoso libro que más que para niños creo que es para adultos. No permitir que el niño que llevamos en nuestro corazón muera, no medir el valor de las cosas por el dinero que valen sino por su belleza intrínseca. Dejarse “domesticar” aprendiendo a amar y a ser amado. Confieso que estando en Madrid compré una hermosa edición bilingüe (inglés-español) tapa dura y que legaré este junto con mi modesta edición de bolsillo que ha pasado de mi madre a  mí y que todavía conserva el rastro de los dedos curiosos en sus páginas.


2.      Va a nacer un bebé: de este libro solo tengo fotocopias, he buscado alguna edición para tenerlo pero no se consiguen . La historia gira en torno a dos hermanos que ven asombrados como el vientre de su madre empieza a hincharse y reciben la noticia de que recibirán una hermanita. El padre, dibujante de profesión, junto con la madre responde a la temida pregunta “¿De dónde vienen los bebés? Mediante dibujos. Nada de repollitos como diría Miguelito de Mafalda ni de cigüeñas, el libro es bastante claro. Hacer el amor, ovulación y otros conceptos son explicados en lenguaje sencillo para que el niño vea estas cosas como la cosa más natural del mundo. Sé de antemano que, igual que mi madre, tendré algunos “problemillas” cuando mi avispada criatura (o la de mis hermanas) empiece a explicarle a sus compañeritos de clases como es la cosa…


3.      El osito mandón: Es un libro que con ilustraciones llamativas y poco texto nos explica cómo ser egoísta puede provocar que no tengas amigos, que te dejen solo o que no quieran jugar contigo. Lo compré recientemente para dárselo de regalo a mi hermana (la del medio, ergo, mayor que yo) para bromear con ella y recordarle como ella dejaba de jugar conmigo cuando perdía. Como creo que no le iba a ver el chiste (todavía le queda algo del osito mandón) decidí quedármelo.

4.      Julio Verne: sin duda le dejaré toda la colección de la Biblioteca Salvat de Julio Verne. Esta colección, ahora incompleta, ha pasado de mi abuelo a mi madre y de mi madre ha llegado a mis manos. Miguel Strogoff, Los Hijos del Capitán Grant, la Vuelta al Mundo  en 80 Días, La Isla Misteriosa, así como aquellos que no pertenecen a la colección pero que la han completado en cierta forma: De la Tierra a la Luna, Viaje al Centro de la Tierra, etc. 

5.      Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario:no solo porque lo considero un libro fundamental para entender la realidad venezolana, sino porque este libro no se encuentra. La editorial Monte Ávila Editores, ahora gubernamental, tenía los derechos del libro. Creo que las verdades incómodas que enuncia han provocado que el gobierno no quiera gastar papel en sacar nuevas ediciones o tal vez sea por otra causa, de cualquier manera lo tendré reservado.



6.      La Hija de la Fortuna: y también su continuación retrato en Sepia. Más que por el libro en sí (que vamos, me encantan) lo dejaré porque fueron firmados por Isabel Allende (el segundo regalado por ella). Pertenecen a esos libros cuyo valor no se puede medir y que sin duda solo saldrán de mi casa cuando me mude, del resto, allí se quedan para mi deleite personal.




7.      Libros de Origami: cuando tenía nueve años mi mamá me regaló las copias de un libro de origami con unos 100 diagramas, hoy esas copias mustias me siguen recordando las noches en las que me desvelaba empeñándome en no parar hasta terminar la figura. Tengo en mi haber dos libros japoneses de origami y unos nueve editados fuera de Japón en inglés y en español. Ha sido tan difícil conseguir esos libros que sin duda son de lo más valioso que tengo en mi biblioteca. También debo confesar que guardo el deseo de compartir eso con hijos o sobrinos ya que más que un hobbie, el origami es un arte que, para mí por muy nerd que suene, tiene similitudes con la vida y fomenta conductas y actitudes útiles para el día a día (ya escribiré una entrada sobre esto).  



Esa es mi lista, puede que se me haya escapado alguno, pero de momento esto es lo que tengo en mente. Por supuesto que mis herederos o herederas tendrán toda la biblioteca que he ido construyendo pero si hay que escoger (uno nunca sabe) estos son los elegidos. Al igual que mi madre dejaré los libros al alcance de las manitas curiosas para que los lean cuando quieran. Como mi madre no me preocuparé porque, al principio, por la torpeza de esas manitas, algunos libros resulten maltratados, creo que el peor crimen contra un libro no es hacerle anotaciones ni doblarlo, ni que las manos vayan desgastándolo, creo que el mayor crimen es que no sea abierto, que no sea leído.

Espero poder comentar los libros con ellos o con él o ella, directamente (conversando) o indirectamente (a través de las notas que dejo al margen de la mayoría de mis libros).

Hay algunos que dejaré en el uuuultimo estante, el más alto e inaccesible para que solo cuando crezcan o cuando la curiosidad sea mucha y busquen los medios para llegar al peldaño, puedan ser leídos. Son esos libros que sólo una mente madura puede leer sin trastocarse (Nietzsche, Mi Lucha, El Manifiesto Comunista, Las Venas Abiertas de América Latina y algunos de Hesse…).


Por último debo ser sincera… más que los libros que legaré me preocupa más el poder dejarle a mis libros un buen dueño, uno que los lea, que se ría, llore y se plantee interrogantes, un dueño sin dogmas, uno que los huela mientras pasa las páginas y deslice la punta de sus dedos acariciando el papel, uno que algún día se preocupe por los libros que dejará y a quién habrá de dejarlos.