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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Chávez con MI información no te metas


 “Art. 29 CRBV Toda persona tiene derecho de acceder a la información y a los datos que sobre si misma o sobre bienes consten en registros oficiales o privados, con las excepciones que establezca la ley, así como de conocer el uso que se haga de los mismos y su finalidad,…”




¿En qué momento consentí que el Presidente me enviara un mensaje de “Navidad” a mi celular?

¿Qué pasaría si yo no fuera cristiana?, ¿no sería esto considerado un ataque a la libertad religiosa (Art. 59 CRBV)?, ¿una muestra de que el Estado no es secular?

¿En qué momento autoricé a cualquier órgano de la Administración Pública a enviarme, en nombre del Presidente un  mensaje plagado de jerga militar en donde me dicen que yo estoy celebrando con ellos el camino a la “Patria Buena Bonita”?

Qué ocurre si no soy chavista, ¿una manifestación de totalitarismo y violación a la libertad de pensamiento?

La verdad es que si en vez de estar hablando del Presidente estuviéramos hablando de un partido de la oposición o más allá de eso, de una compañía podríamos demandarles ante el INDEPABIS, por enviarnos mensajes sin nuestro permiso, por abuso y, sin duda, nuestra demanda prosperaría.

Pero cuando es el Estado la que abusa en esta tierra sin ley, ¿A dónde vamos? ¿Ante quién introducimos el recurso de amparo? ¿Cómo hago para acusar al Presidente de acoso? ¿Será que puedo darme “de baja” de esa lista macabra en la que estoy metida y que me hizo receptora del nefasto mensaje?

Definitivamente en este país la Sra. Justicia sí que está ciega…


viernes, 23 de diciembre de 2011

Regalos para los lectores empedernidos, los bibliófilos

Recuerdo que cuando era pequeña le escribía una carta al Espíritu de la Navidad (desde pequeña la semilla New Age de mi madre haciendo su trabajo) con todas aquellas cosas que quería. Mi mamá, fiel practicante de una doctrina ecléctica que combina catolicismo con Feng Shui, siempre nos dijo “pidan lo que quieran, que si no es ahora ya lo recibirán luego” ya que “Dios está esperando el momento para darnos la sorpresa”. De manera que mis cartas normalmente tenían unos 180 ítems perfectamente descritos por color, tamaño, nombre y marcas y ordenados por categorías no fuera a ser que el Espíritu de la Navidad se confundiera entre tanto perolero.

Hoy, que no hago cartas sino que juego al amigo secreto y voy a la tienda motu proprio, me puse a pensar en aquellas cosas que sin duda metería en mi lista del Espíritu de la Navidad, aquí se las dejo por si acaso están pensando en qué pueden o se pueden regalar si son amantes de los libros.

Sábana: ¿será que las consigo en Venezuela? :’(


Marcalibros: aunque los que más me gustan son los de forma de clip, ya que suelo tener el libro que estoy leyendo en la cartera siempre termino o dañando el marcalibro o la hoja en la que está enganchado. El papelito para marcar las hojas no es muy práctico que digamos, así que estos me parecieron idóneos:

El de fieltro y tela que no se va a doblar o dañar en la cartera.

El de origami, fiel a mis aficiones (si si ya bajé el diagrama  para hacerlo)




Marcador que se borra: tiendo a escribir al pie de los libros, subrayar, resaltar, etc. lo malo es que a veces me equivoco y no puedo borrarlo, así que esto es PERFECTO!


Cubierta de libros: perfectas para proteger el libro del día a día subterráneo (suelo leer en el metro).

Estas las vi en Casa del Libro (Madrid) pero creo que podría hacerlas, son de tela elástica.

Estas me parecieron súper originales



Guardalibros: me encanta leer antes de dormir pero…no tengo mesa de noche, entonces termino durmiendo con el libro en el piso, debajo de la almohada, en la junta de la pared y la cama, esto me pareció el remedio perfecto!

Y, finalmente, este forro de laptops en forma de libro.

Ahora sí, Feliz Navidad, espero que debajo del arbolito o al lado del pesebre encontremos las reformas económicas, políticas y sociales que necesita nuestro país (aplicable para Venezuela y media humanidad), así como una buena dosis de reconciliación y consciencia.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sedientos

Estamos sedientos. No lo disimulamos y, más que eso, lo gritamos al mundo.


Por esnobismo, por poner @enalgunlado en twitter,  sabiendo conscientemente que estamos buscando algo más o inconscientemente siguiendo el impulso de ese algo en nuestro interior que nos lo pide.

Después de mucho tiempo siento, repito YO (enfatizando que no pretendo generalizar y que lo que voy a decir es una conclusión que podría ser errónea) siento que el Caraqueño  está en busca de más…

Nunca habíamos sido importantes culturalmente hablando. A diferencia de Bogotá y DF, nuestro estatus de capital de una capitanía general no permitió que grandes edificios fueran construidos. La cultura a este pueblo llegó tarde y muchas veces de contrabando.

Hemos crecido desproporcionadamente como ciudad y en la misma medida han crecido nuestras aspiraciones. No somos los mismos y ahora queremos más.

Queremos tener que rompernos la cabeza por escoger entre ir al teatro a ver La Casa de Bernarda Alba o la función del Circo del Sol, queremos librerías de tres pisos con salones de conferencias para la presentación de libros en las cuales nos perdamos durante horas, queremos que los libros sean impresos en el país, queremos no tener que esperar semanas para que el CD de nuestro artista llegue o mandar a traer un libro con un amigo afuera porque aquí no lo conseguimos.

Queremos caminar Por en Medio de la Calle y andar en bici. Queremos tener una pieza de ropa única, diferente y que grite individualidad. Queremos comer platos diferentes cada día.
Y tratamos de remediar la situación...

Como no hay ciclovías en toda la ciudad hay algunos valientes que pedalean de tú a tú con los carros y las motos.

Subimos al Ávila desesperados por estirar las piernas y respirar.

Nos echamos piropos, pintamos grafitis, pegamos stickers en la calle, hacemos y/o escuchamos nueva música  y bebemos los sorbitos, las gotitas que podemos para calmar esa sed que nos ahoga.

Salimos, nos hartamos, nos llenamos casi a reventar y aunque saciamos la sed volvemos y al poco tiempo nuestra garganta vuelve a apremiarnos, nos  pide más.



Este sentimiento no es nuevo para mí, lo nuevo es sentir que cada día somos más los sedientos en este Valle.     



jueves, 8 de diciembre de 2011

Viajar con un acento en la e

“¿Cómo se hace para viajar? ¿Cómo saber qué hacer?” –pregunta de mi hermana.

No me la paso viajando (eso quisiera), sé que otros más curtidos podrían escribir entradas enteras de consejos útiles para viajeros noveles y para los ya entrenados (como la bitácora de Xicerone), sin embargo creo que he ido puliendo modestamente mi propia manera de viajar...
Hermana, aquí va la respuesta:

  • Prepararse para conocer: cual clase es indispensable que el viaje se prepare. Estudiar la ciudad, los usos culturales, algo de historia, carácter de los lugareños, lugares importantes. Si no se hace esto la información entrara a caudales en el viaje y se encontraran leyendo frente al castillo, palacio o pirámide. Creo que hasta ahora las guías ilustradas de El País me han dado los datos necesarios para armar un borrador de itinerario (odio el esquema Lonely Planet, sorry por los que le rinden culto). También chequeo mis bloggers de viajes preferidos: Paco Nadal y por supuesto las Aventuras del Cicerone. Este último me ayudo a respirar profundo al estrenarme con Ryanair, así como esos sitios de Barcelona que no suelen mencionar en las guías turísticas.

  • Escoge MUY bien a tu acompañante: si vas a viajar acompañado PIENSALO DOS VECES. Encontrar un buen compañero de viaje es tan o más difícil que encontrar que una esposa o un esposo. El compañero de viaje influenciará parte del itinerario, la velocidad de la marcha, elecciones cruciales como qué comer y donde. Una vocecilla en la nuca cuando estás en actitud contemplativa puede robarle la magia a cualquier momento. Con los viajes aplica totalmente eso de “mejor solo que mal acompañado”.

  • No seas ambicioso, se realista:
  • mejor que atragantarse de iglesias y parques es comerlos de a bocado. Tal vez no se vea todo lo que queramos pero las sensaciones e impresiones persistirán en nuestra memoria. Además, siempre podremos volver.
  •  Consigue un lugareño: nadie mejor que un local para mostrarte la ciudad, si es tu amigo mejor aun, te enseñará las cosas que sabe te gustarán. Si tienes varios en una misma ciudad cítalos por separado, te sorprenderá lo diferente que puede ser una ciudad mostrada bajo el cristal de otros lentes.




  •  Absorbe la cultura: no seas un gueto nómada. Mézclate con la gente del lugar (sin ser desconfiado pero sin pecar de ingenuo), sonríe (si la cultura lo permite). Busca a tus paisanos pero no los conviertas en murallas. Busca en las librerías a los autores locales, olvida tus playlists y abre tus oídos a las emisoras locales. Ve a una discotienda. Come todo lo que puedas y reeduca a tu paladar con especias, la sazón y los frutos de esas tierras.


  • Arriésgate: sal de tu zona de confort. Si estas solo camina lentamente, mira los edificios, a las personas. Pide al mesonero que te recomiende qué comer. Prueba, enloquece tus sentidos.

  • Documéntalo: este consejo me lo dio un español maravilloso (gracias Juan). Escribe, dibuja (si puedes), toma flores, hojas, guarda las entradas, imprime (por qué no) algunas fotos, atesora postales y escribe detrás qué has sentido cuando estabas allí, qué te llamo la atención. Cuando hojees esto volverás a viajar y podrás volver con la mente cada vez que quieras.

  • A donde fueres haz lo que vieres: esto tiene sus límites, pero en general las costumbres aprendidas pierden un tanto la vigencia cuando el contexto es otro. A veces se convierten en un lastre y lo mejor es ver a los lugareños y reeducarse (aunque sea por tiempo limitado). Tomar la sopa de fideos con ruido si estas en Japón, decir “Hola” cuando entras en un lugar (aunque no conozcas a nadie) en España, comer con las manos si estas en la India…


  •  Dile NO al Turibus, a los tours de “Conocer la ciudad en 5 días”, al turismo de shopping malls y a la tomadera de fotos si te impiden disfrutar del lugar… no solo no conocerás nada, sino que en el mejor de los casos tendrás la impresión “estándar” de la ciudad.



  • Por último: ten la disposición de ser feliz y déjate sorprender