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lunes, 5 de septiembre de 2016

El Museo de la Inocencia en la vida real

Casi siempre me parece que los libros que leo me escogen en vez de ser a la inversa. La razón por la que pienso eso es que cada uno de ellos guarda una extraña (y casi paranormal) relación con mi momento de vida, con las experiencias que estoy viviendo en el momento o con los pensamientos que están germinando en mi cabeza.

Y eso justo me pasó con el libro que acabo de terminar de leer, “El Museo de la Inocencia” de Orhan Pamuk. En este libro el personaje principal (Kemal) se enamora perdidamente de una parienta lejana (Füsun) que no solo es más joven que él sino que además pertenece a otro estrato social. El amor que él le profesa a ella raya en la obsesión, tanto así que decide (después de acontecimientos que no contaré para el que desee leer la novela) hacer un museo en donde pueda exponer todos los objetos relacionados con su gran amor y contarle a los visitantes su historia.

El personaje al no poder tener contacto con su amada, en determinado momento de la trama, empieza a rememorar las sensaciones que con ella tenía (al hablar, al tener sexo, al tomar un té) a través de los objetos que por sus manos pasaron o por aquellos que fueron testigos silenciosos de su (la de ella) vida.

Aunque muchas cosas son terriblemente retorcidas en el comportamiento de Kemal, hay algo en lo que puedo decir que lo entiendo:en la esencia que él quiso exponer en su museo y el por qué tenía tanta importancia para él.

Hay algo de las personas que amamos que está relacionada con sus objetos, los escogieron, los usaron, decidieron quedárselos, en algunos casos las marcas de su uso o su olor permanece. Hay algo de ellos que nos devuelve un pedacito y que nos ayuda a conocer más.

Lo siento así porque he estado limpiando y arreglando las cosas de mi mamá desde hace un par de semanas y haciéndolo no sólo me he dado cuenta de que ella usaba esos trozos de papel, esas revistas, esos discos y esos cassettes para recordar a sus amigos, familiares queridos y estudiantes; sino que además aprendo un poquito más de ella y recuerdo un poco más también.

A diferencia de Kemal, no quiero quedarme con sus cosas para verlas y tocarlas, no creo que esa esencia esté allí todo el tiempo. Creo que regalando y repartiendo, donando y usando le son más útiles a alguien, le dan recuerdos de mi mamá a algunos y, sobre todo, le daría más alegría y placer a ella que así fuera.

Mi mamá hablaba mucho con nosotras (sus hijas) ya que vivimos mucho más tiempo con ella y, para bien o para mal, mi memoria es de elefante (debo recordar googlear de donde viene esta metáfora)… así que a veces cuando agarro un libro, una figura o un papel, sé exactamente a quién hubiera querido dárselo. A veces ni siquiera es el objeto en sí, sino una foto que mando al amigo o sobrino(a) que se lo dio. A veces me sorprende la ausencia de objetos relacionadas con algunas personas. Si mi papá estuviera vivo le llamaría solo para darle la cajita de cassettes grabados por él para mi mamá y que ella aún guardaba (así se echaban los perros antes señores) y las entradas a esos primeros conciertos a los que fueron juntos.

Entiendo ahora lo que antes oía de boca de terceros que habían perdido a sus seres queridos que se indignaban por familiares y amigos que pedían cosas del ausente... al final, es parte de la intimidad de esa persona y sólo él y sus más cercanos sabrían qué hacer, el dolor, el recuerdo y los objetos forman parte de ese luto. Agradezco infinitamente que ni mis hermanos ni yo hallamos tenido esos episodios desagradables con nadie. 

Kemal llamó a su museo “El Museo de la Inocencia”, si tuviera que llamar de alguna forma a la colección de objetos que mi mamá dejó atrás este sería “El Museo del Amor” porque no hay ni un papel, tarjeta o carta que ella haya guardado que no expresaba amor, cariño e intimidad y al final… con los recuerdos de eso, de lo bonito, es con lo que nos vamos.


Pd. El libro tiene un final impredecible. Es bastante largo pero es bueno y sirve en cierta forma como ventana a la sociedad turca de la época que recrea el libro (mediados de los 70’) y, para mi sorpresa, ¡el Museo de la Inocencia existe de verdad!, el autor creó un museo exacto al descrito por Kemal en su novela!